Historia de los adornos para el cabello

Los adornos para el cabello pertenecen, al igual que las joyas en general, al grupo de los objetos ornamentales. Hoy en día distinguimos entre los diferentes significados del término “adorno para el cabello”. Normalmente, esta expresión se utiliza para designar aquellos accesorios que sirven para embellecer o dar forma a un peinado. Por otro lado, el término también hace referencia a joyas elaboradas con el propio cabello humano.

Adornos para el cabello como decoración capilar

Los adornos para el cabello no son un invento moderno. Su desarrollo histórico puede rastrearse a lo largo de miles de años. Ya las flores o la madera sencilla se consideran los primeros ejemplos de adornos capilares. Sin embargo, es discutible si en aquella época existía un uso consciente con fines estéticos. Con el surgimiento de las primeras civilizaciones, junto con la educación, la técnica y la medicina, también la joyería adquirió una importancia mucho mayor. En el antiguo Egipto, por ejemplo, se usaban hilos trenzados o adornos de oro en el cabello. También en las dinastías chinas era habitual el uso de varillas de madera para recoger el cabello grueso característico de las mujeres asiáticas. Un ejemplo particularmente llamativo de adorno capilar es el tocado de plumas de los pueblos originarios de América, utilizado tanto como decoración como para distinguir jerarquías dentro de la tribu. En la moda moderna, encontramos una evolución de este tipo de adorno en los llamados “fascinator”: piezas coloridas y únicas que se sujetan al cabello con pequeñas pinzas o clips y que cautivan por su originalidad.

Hasta hoy, los adornos para el cabello han seguido evolucionando de formas muy diversas. Ya no existen limitaciones materiales: pueden encontrarse accesorios fabricados con madera, metales y metales preciosos, tejidos, plásticos, piedras preciosas o vidrio tallado, e incluso con diamantes. También la adaptación de estos bellos accesorios a la forma de la cabeza ha sido objeto de constante creatividad. Existen hoy en día múltiples soluciones de sujeción —desde las pinzas prácticas hasta los pasadores seguros o los giros de cabello— que permiten una total libertad en el diseño del peinado. Los adornos capilares no se pueden separar completamente del concepto de tocado. Así, la corona se considera una evolución del adorno capilar. Además de su significado jerárquico, la corona representa una forma de distinción ornamental. Sus equivalentes modernos son las diademas, especialmente populares como adornos nupciales, derivadas del laurel con el que, en la Antigüedad, se coronaba a los vencedores de los combates.

Adornos hechos con cabello humano

La primera impresión de una persona es decisiva para el contacto posterior. No sorprende, por tanto, que el cabello humano haya desempeñado un papel fundamental en nuestra apariencia hasta el día de hoy. El deseo de conservar la belleza en la memoria es una inclinación humana tan profunda que incluso el cabello se ha considerado digno de ser guardado como recuerdo. Ya antes del siglo XVIII, el cabello se transformaba en joyas personales como recuerdo artístico. En la mitología, el cabello siempre ha tenido un papel simbólico. Una de las historias más conocidas es la de Sansón, miembro de los nazareos, cuyo credo afirmaba que el cabello largo era la fuente de la fuerza. La conexión romántica con el cabello también se refleja en una colección sueca de proverbios:

“Los anillos y las diademas aumentan el amor.”
(Vadstena stads tankebok)

En Dinamarca, en el Palacio de Rosenborg, se conserva una valiosa diadema de metal precioso con un sencillo cierre de cabello trenzado. Fue un regalo elaborado con gran cuidado por el rey Cristián IV (1577–1648) a su esposa. Asimismo, el rey Carlos I de Inglaterra, antes de su ejecución, dejó a sus más fieles seguidores anillos con mechones de cabello como símbolo de recuerdo y lealtad. La moda de las joyas hechas con el propio cabello se vio favorecida por la difícil situación económica de los peluqueros y fabricantes de pelucas de la época. Cuando las pelucas cayeron en desuso entre los nobles en los siglos XVII y XVIII, estos artesanos trasladaron su oficio a la creación de accesorios de moda elaborados con cabello. En un principio, se usaban materiales preciosos como oro, plata, perlas y gemas, lo que limitaba la clientela a las clases más acomodadas. Entre los propietarios más célebres figuraban Napoleón, el almirante Nelson y la reina Victoria, junto con su numeroso séquito, Christina Nilsson y Jenny Lind.

En el siglo XIX surgieron en Europa numerosas obras de arte: pendientes, pulseras, anillos, broches, collares e incluso cuadros elaborados con cabello. Una joya muy común era el llamado “broche de memoria”, compuesto por metales preciosos y una mecha de cabello protegida bajo un cristal, perteneciente a una persona fallecida. Este mechón también era conocido como “rizo del Príncipe de Gales”. La tendencia se mantuvo hasta el siglo XX, pero fue reemplazada hacia 1925 por las nuevas modas, como la falda corta y el corte de cabello tipo bob. Existen muchas razones por las cuales las joyas de cabello gozaron de tanta popularidad durante siglos. A diferencia de otras partes del cuerpo, el cabello se conserva durante muchísimo tiempo. Su composición química, basada principalmente en carbono, permite su preservación durante cientos o incluso miles de años.

Hoy en día, quedan pocos lugares donde se elaboren joyas con cabello humano. Mora, en Suecia, es uno de los centros históricos más importantes de esta tradición. En la localidad de Våmhus, se fabrican adornos de cabello desde hace más de 200 años. Esta costumbre surgió de la necesidad de las familias rurales de mantener su sustento mediante la artesanía. No era raro que muchas mujeres abandonaran su hogar durante meses para ofrecer su arte en las ciudades. Además de las piezas de joyería, se conservan numerosas imágenes elaboradas con cabello humano. Estos llamados “cuadros de cabello” servían como recuerdo de una persona viva o fallecida, o de un acontecimiento importante como una boda o un bautizo. Hoy, las joyas hechas con cabello propio tienen una relevancia mucho menor y se encuentran solo de forma aislada. No sorprende, por tanto, que la memoria individual representada por el cabello haya sido sustituida por la técnica, más sencilla pero menos romántica, de la fotografía.